lunes, 1 de diciembre de 2008

En estas fechas

Como cada vez que se acercan las fechas navideñas, el hombre se vuelve humano, y en nuestra consciencia empiezan a aparecer las personas desvalidas y los necesitados. En estas fechas los medios de comunicación hacen el mismo ejercicio que el ciudadano de a pié para lavar lo más profundo de su ser, nos acribillan con maratones de solidaridad y buenas intenciones.
Todo esto hace que estas fiestas se conviertan en algo un poco patético, incoherente, y si me apuran, casi falto de escrúpulos. Mientras que en el salón de nuestra casa nos estamos atiborrando de mantecados, pechugas de pollo (o conejo según como está la economía...), etc, viendo un maratón para recaudar fondos, en los que todos los invitados ponen su cara y nos muestran sus mejores galas en escenario que puede ser de todo menos austero y acorde con lo que se está haciendo, pensamos que nuestra consciencia o nuestra alma estará limpia de pecado si llamamos y donamos 10€. Ese es el precio que pagamos al año para tener otro año íntegro para no pensar en los demás.
Posiblemente, sería más humano el pensar los motivos que mueven a los medios de comunicación para que den una noticia o la callen. Sería más humano pensar las razones que han tenido las televiones para callar las dos guerras que se han producido en el Congo, por ejemplo, en los últimos años. Solo sale cuando interesa. No interesa decir que es un pais que surte al primer mundo de todo lo que consumimos (materias primas para MP3, MP4, pantallas planas, LCD´s...), o por qué no hablan de las condiciones en las que están los niños en los países asíaticos trabajando para grandes firmas, o la situación en la que se encuentran en la India, y así sucesivamente.
Pero a estos medios de comunición les sale muy barato limpiar sus imágenes, un anuncio en horario de mínima audiencia y un programa en unas fechas que no saben que poner en la parrilla les es suficiente.

martes, 18 de noviembre de 2008

Motivos

Hay días en los que te levantas de la cama y piensas, ¿qué hago yo aquí? No se me ha perdido nada en una ciudad que está a más de 300 Km de mi hogar, sin apenas amigos, con algunos conocidos y con una legión de envidiosos que hacen que los jirones que quedan de tu vida sean cada vez más esperpénticos.
Días grises, como tus ánimos, en los que la lluvia no es más que el reflejo de tu alma. Un alma pisoteada y ultrajada, a la que no le has dado el valor suficiente y ahora, solo ahora te das cuenta que has tirado por la borda, no solo el tiempo perdido, sino el valor que tiene tu persona.
Pero cuando menos te lo esperas, vuelve a salir el sol. La lluvia caída se ha convertido en blanca nieve en las cumbres que se vislumbran más allá del triste cristal de la ventana de tu oficina. La luz tan especial en estas fechas hace que se vean esos colores ocres que tanto te gustan en las ramas de los árboles y las hojas caducas que hay en el piso. Aprovechas para salir a pasear con el fresco aire de la mañana, caminas por la gran avenida que lleva al rio. Pasear a esa hora es agradable, no hay apenas gente en la calle, se entremezclan los noctámbulos y crápulas con los madrugadores, la luz es tenue aún, suficiente para poder disfrutar del paisaje urbano y para que no molesten los rayos directos del sol.
Sabes ya, que nada es eterno, que nadie merece que se pierda la razón por ella. Que en este maldito mundo estamos de alquiler, y que no merece la pena estar pensando en hacer pequeñas reformas al apartamento que tenemos alquilado. Es mejor hacer tu propia casa y si te hipotecas, hacerlo por algo que merezca la pena. Por un paisaje nevado, por una montaña roja, por el ocre de las hojas, por las olas del mar en la playa de invierno…

lunes, 20 de octubre de 2008

396 Km

Hay días en los que piensas que nada puede ir peor, y cuando estás convencido que es así, ocurre algo que te lo empeora más y ves como el maldito Murphy no se equivocó al enumerar sus teorías.
Llega un momento que no sabes que hacer, y como si los problemas fuesen a desaparecer a 200 Km de distancia, coges el coche y tiras hacia un destino no definido.
Una mañana sin pensar, pones en tu radio Cd un buen disco de la blues band de Granada, incluso el paisaje parece que acompaña a los temas, va cambiando con los diferentes estilos de blues. ¡ Que buena mala vida! como dicen los viejos bluesman.
396 Km, escuchando música, viendo paisajes y desconectando de un mundo cada vez más corronpido. Una sociedad cada vez más viciada en sus propios defectos, endogámica en todos sus aspectos y sobre todo, cada vez más agresiva con la gente que no sigue los cánones establecidos.
396 Km, que te dan la vida en un fin de semana, que te recuerdan que todavía eres una persona con tus ideas, ideales, criterio propio y aspiraciones. 396 Km que te permiten pensar en libertad, recordar momentos en los que todo era diferente, en los momentos perdidos, y en los vividos. En los que puedes seguir escuchando Muddy Waters, BB King, o U2...
Todo lo que empieza tiene que terminar, y el trayecto finalizó, se acabaron los acordes pesimistas de las guitarras, los llantos de armónicas, los redobles de baterías, los paisajes casi lunares y por desgracia, se acabó la burbuja en la que estaba sumergido, vuelta a la oscura sociedad, al día a día, a las zancadillas y los impedimentos. Espero con necesidad los próximos kilómetros.

jueves, 16 de octubre de 2008

Postales de otoño

Con el cambio de hora, las tardes se hacen más cortas, las mañanas más frias, y se sacan los abrigos largos para cobijarse de las heladas mañarenas o quizás de las noches largas. Estos días hacen que recuerde como eran esos días de otoño en mi infancia. Tengo un recuerdo claro, muy claro en mi memoria.
Recuerdo como se nublaban las mañanas cuando iba al colegio, y como esas tardes iba mi madre a recogerme con el impermeable, las botas y el paraguas. Después, un puchero caliente o un buen plato de algún guiso, que casi siempre provocaba algún que otro disgusto, pero que al final terminaba comiendo.
Tardes en las que todavía se iba al colegio. En los siguientes años se empezó con la experimentación de algunas tardes sí y otras no. Tardes de entrenamientos de futbol con los amigos en un campo de albero, que cuando llovía, hacía que todos los niños buscasemos los balones que caían en los charcos, con la consiguente alegría que dabamos a nuestras madres cuando llegabamos a nuestras casas.
Pero si hay algo que recuerde con especial intensidad es la luz resplandeciente de los domingos. Parecía que los fines de semana nunca podía hacer mal tiempo, salíamos a dar una vuelta por el paseo que lleva al a playa y el paseo marítimo. Alguna vez un día en el monte, escuchando el carrusel deportivo en una vieja radio y jugando con los pequeñitos soldaditos de plástico, todos del mismo color, y de los que cuando terminaba la jornada solo te quedaban la mitad porque los habías perdido o bien en la arena de la playa o de las dunas del monte. Mientras, entre juegos y juegos, algún que otro cartucho de castañas o boniato asao...
Las tardes de los domingos se hacían esperar durante toda la semana. Deseando desesperandamente ir a la semillería para comprar frutos secos, chocolatinas. Quizás estos deseos eran los que hacían que en mi memoría quedaran solo recogidos esos momentos y seguro que esos recuerdos son los que se estimulan al volver a ver en los tejados las primeras escarchas o los primeros humos saliendo por las chimeneas.

martes, 14 de octubre de 2008

Anatrece

Hace unos años conocí a una chica a través de un amigo mio en la cafetería de la Facultad, que por cierto es un lugar indispensable para relacionarse. Esa chica, se comportó de manera tímida, aunque no lo parecía, y como después ha demostrado el paso del tiempo. Creo que no volvimos a sentarnos nunca más juntos en la mesa de esa cafetería. No sé, estaba claro que parecía que el destino no era el mismo para ambos.
Ese destino, hizo que al cabo de algún tiempo llegase un buen día a la empresa en la que trabajo. Casualidad o causalidad, da igual, lo cierto es que desde ese momento todo lo que no habíamos charlado en otras ocasiones fuimos recuperándolo. La verdad, no me esperaba que pudiese tener tantas cosas en común, o por lo menos, de las que poder hablar. El paso del tiempo hizo que nos fuesemos cayendo bien, y la verdad es que incluso me jodió bastante su marcha de la empresa.
Todo esto para introducir la admiración que tengo por ella, una persona tan joven haya sido capaz de superar tantas adversidades durante su vida. La entrada en tu blog, es simplemente magnífica, no creo que jamás hubiese sido capaz de afrotar un problema así con la enteraza que tu lo has hecho.
Espero que vengas más a menudo a vernos, que como verás, a todos nos da mucha alegría el volver a verte, y verte guapa y cada día más estupenda. Quizás, un poco de más buena gente, aunque de eso nunca te faltó. Ya solo queda que la vida te devuelva en regalos, todos los malos ratos que te haya podido pasar.
PD: ya te he puesto en mi listas de blogs

lunes, 6 de octubre de 2008

Aquellos maravillosos años

Aunque oficialmente el curso universitario se inauguró la pasada semana, no es hasta ésta cuando comienzan las clases y la rutina universitaria. Este fin de semana dando un paseo por las calles céntricas de mi ciudad de adopción, recorrí varias calles repletas de jóvenes pipiolos que entraban de nuevas en los colegios mayores.
Que recuerdos, a aquellos años. El primer año cuando vas a abandonar tu casa no te hace mucha gracia el marcharte, y apuras hasta el último minuto posible para saborear tu tierra y tu hogar. Y esa imagen es la que reviví cuando pasaba por esas puertas, que para algunos parecía que fuesen las puertas de lo desconocido. A una nueva dimensión, y posiblemente esas puertas cambiarán las vidas del noventa por ciento de los que las crucen.
De una manera u otra, es un cambio en tu vida. A algunos le supodrá un giro de ciento ochenta grados, para otros de noventa, y para otros se quedará en un ángulo nulo o muerto, quien sabe, lo que parece seguro es que no te deja indiferente. Antes, te hacías mayor en el servicio militar, ahora, para los que lo sepan aprovechar, la época de estudiante fuera de tu casa, puede servirte para mucho.
La pena es que en la sociedad actual existen unos valores en los que prima el yo y no el conjunto. El yo desde el punto de vista negativo, desde el saberlo todo y no querer que nadie con experiencia te ayude. Esos años de universidad pueden ser los más maravillosos de la vida de una persona, te realizas como tal, conoces gente, maneras de pensar, otros lugares, otras ideas, que pueden enriquecerte. Ese creo que era el espiritu de la vieja universidad, formarte como profesional y como un instrumento útil y enriquecedor para la sociedad. A dia de hoy, el sistema educativo es más similar a una fábrica en la que se generan productos que van a ir destinados a cumplir una función, que a la de moldear y generar corrientes de pensadores y de ideas. Ahora, el universitario solo puede contarte el número de borracheras que ha tenido en una semana, el número de rollos y las clases que se han saltado. Seguramente, a los universitarios actuales, no les marque la universidad, como nos marcó a nosotros, y ya a nosotros no nos marcó como a nuestros predecesores. Creo que lo más gratificante de este paso fueron las tardes de tertulia, de amistades, de estudio a regañadientes y también, como no, de alguna que otra juerga universitaria.
Espero que estos principios del todo vale y del Ego y SuperEgo, pasen rapidamente y sea cíclico, como la economía.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Risas y sonrisas...

Una de las grandes virtudes que tiene este entramado de la red es la posibilidad de escribir lo que piensas y leer cosas muy interesantes, que a veces coinciden con ideas que tenías a medio escribir. Leyendo a grandes blogeros, he visto que coincidiamos en temas que tenía medio preparados. Uno, por el flamenco y el otro, por la añoranza de viejos recuerdos relacionados con viejos superhéroes.
Esto me ha hecho sonreir, y a la vez me ha hecho pensar lo poco que solemos reirnos a diario. Normalmente nos levantamos, y ya parece que estamos predispuestos al enfado,o al menos eso es lo que le pasa a la mayoría de la gente.
A mi me gustaría levantarme más tarde de lo que suelo hacerlo. Pero eso no es motivo para ir regalándole a todas las personas con las que me cruce durante el dia malas contestaciones y malos gestos. Suelo salir a la calle, disfrutar de los últimos minutos de oscuridad previos a la salida del sol, del aire fresco y no viciado que hay al salir a esas horas tempranas a la calle.
Me gusta encontrarme con gente de más edad que yo, con el dueño del bar el encargado de la limpieza de las cocheras y a todos darles los buenos días, como cuando era pequeño y la gente saludaba a mi madre cuando nos llevaba al colegio. Esas palabras no se que efecto producirán en las personas con las que me cruzo, pero a mi me dan la vida hasta que algún amargado, que se ha despertado y no tiene a nadie que le de los buenos días, o que simplemente le gusta ir refunfuñando, se cruce conmigo, me ponga a parir e intente sacarme de mi burbuja.
Sigo pensando que el hombre es malo por naturaleza, aunque Dios hubiese querido hacernos a su Imagen y semejanza, no lo consiguió, porque no encuentro otra explicación a este deseo que tenemos que hacerle el mal a nuestro vecino. La envidia, que nunca puede ser sana, el deseo de tener lo que tienen los demás, de poder hacer daño siempre que tengamos la oportunidad. Todo ello nos hace que no disfrutemos de los momentos que de verdad merecen la pena.
Un simple saludo en la escalera, una tarde de lluvia, una puesta de sol, un paseo por la arena de la playa o la lectura de un buen libro...Ojalá riésemos y sonriésemos más.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Cuando te conocí

Cuando te conocí, no te presté mucha atención, quizás solo la novedad para un niño de diez años, no mucho más. Pasaba poco tiempo contigo, y a regañadientes. Mi familia creía que serías una buena compañía pero yo prefería otras. Prefieres a los amigos, un partido de futbol, cualquier juego de los primeros ordenadores spectrum que se cargaban con una cinta o de los videojuegos ATARI, germen de las malditas videoconsolas actuales.

Con el tiempo te abandoné, pero nunca dejé de pensar en tí. Me dejasta una marca que fue creciendo en mi, y sin saber como ni por qué volví a buscarte. Ahora quisiera no haberte abandonado nunca. ¿Cuántos momentos hubiesemos vivido en estos años?, ¿cuántas satisfaciones me hubieses dado?.

Hoy te miro, y sé que sin tí, no sería el mismo, aún a sabiendas que no soy capaz de sacar de tí todo lo que podrías darme. Si algo pasa, siempre es mi culpa. Eres de las pocas cosas que existen en el mundo que lo único que puedes dar por ti misma es satisfación.

Nunca pensé que el simple deslizar de mis dedos por tus curvas, o tus cuerdas podría darme tanta alegría. Cada nota, cada rasgueo, cada intento de falseta es un mundo. Cuando despides el sonido que mis torpes manos han podido realizar, es como si fuesemos un único ser. Si no sale nada, es mi culpa, nunca tuya.

Ojalá nunca te hubiese dejado. Ahora, el tiempo perdido ya no se puede recuperar. Lo único que me queda es intentar sacar de ti todo lo que puedas darme.

martes, 16 de septiembre de 2008

Olores

Las primeras lluvias caidas hace unos dias, trajo a mis despitados sentidos uno de las pocas cosas que me agradan sea cual sea el dia y el estado en el que aparezca.

Esas primeras gotas de agua, despiertan una serie de sensaciones, que no por ser repetidas cada vez que vuelven, son menos intensas o pierden en mi algún tipo de interés. Esas gotas remueven cada uno de los rincones de los jardines, campos, arriates...y hacen que salgan esos aromas a tierra mojada, a hierba verde que debido a los golpes que ha recibido de esas gotas, han dejado su firmeza y se retuercen y acurrucan para después, una vez secas, volver a tener ese aspecto esbélto y lozano que poseían antes de la lluvia.

Esos olores, se entremezclan con unos escalofrios, que recorren todos los poros de mi piel. Un frescor que no toca tu piel igual que el frio de la mañana cuando cae el rocio tempranero, ni como la temperatura gélida del invierno. Esa brizna de aire perfumada y húmeda hace que salga de mi todos y cada uno de mis más profundos sentimientos, sonrisas y recuerdos.

Siempre he pensado que era una persona, a la que no le gustaba recordar el pasado. Que siempre iba buscando el futuro, pero este tipo de estímulos, que despierta ciertos mecanísmos en mi mente, hacen que me sienta como antaño. No sé a que será debido, no tengo ningún recuerdo relacionado con la lluvia, o al menos eso creo. Lo único que puedo decir, es que estoy deseando que vuelvan a aparecer esas gotas y que devuelvan a mis sentidos ese olor a hierba verde y polvo mojado.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Aquellos meses de vendimia

No hace muchos años, cuando llegaban los últimos días de agosto o principios de septiembre, cuando ya las tardes eternas de veranos empezaban a menguar, y las noches cálidas iban dando paso al frescor deseado por la mayoría de los mortales, empezaba un nuevo ciclo en la vida sanluqueña.

El cambio de luminosidad, la vuelta al trabajo, y la vendimia hacían que los sanluqueños hiciesen de nuevo de su cotidaniedad su forma de vida. Estos cambios marcaban casi de manera oficiosa el cambio de estación, para pasar del verano caluroso al agradable otoño.

Antes de la entrada de esta estación, había un acontecimiento que era casi festivo. La época de la vendimia. Festivo porque no había tanto moviemiento en la ciudad como cuando empezaba a cortarse la uva. Trajin de jornaleros temprano para el campo para que la peoná no se hiciese muy dura con las horas centrales del día. Tanto movimiento hacía que la ciudad estuviese alegre.

De los momentos que más recuerdo era cuando llegaban los camiones a las viejas bodegas del barrio algo, cargadas de racimos, y jugabamos de manera inconsciente y temeraria alrededor de ellos, esperando que fuesen a parar al suelo algunos de ellos para cogerlos y enjuagarlos en la fuente de la plaza arriba. Tardes de pegajoso paso del tiempo, con churretes en las manos y en la cara del caldo que soltaban las uvas, de jugar con el despalillado del prensado y llegar con todo el cuerpo lleno de pepitas que hacían que te rascases todo el tiempo.

Tardes de juegos, de capataces de bodegas riñendo a los niños, de carreras, de aprovechar hasta el último minuto de la tarde como si fuese la última tarde antes de volver al colegio.

Hoy, el barrio alto está posiblemente más bonito que nunca, encalado, blanco e impoluto, pero echo de menos las tarde de griterio y juegos, el olor a mosto y las moscas pegajosas que te hacían la vida imposible. Maldita especulación que ha acabado con nuestras bodegas, y malditas videoconsolas que han arrancado la infancia de las calles.